Ficción: Ningún pasado ha sido mejor…


Introducción

• La felicidad no se halla al hacer lo que uno quiere.
• La felicidad tampoco se encuentra, queriendo lo que uno hace.
• La felicidad radica en hacer lo que uno tiene que hacer.



Parafraseando algo de Memorias del Subdesarrollo

Aquí todo sigue igual. No pasa nada. La misma escenografía. La misma ciudad de cartón. El país ni es libre, ni es independiente. Se mantiene el mismo clima imperial.

El soberano dijo basta… Pero ¿cómo es esto del andar?

Miami sigue allí, interfiriendo, junto con Washington.

Hoy algo parece distinto. Más ¿estamos realmente cambiando nosotros mismos o las ciudades? Aquí sólo se habla de bichos, de chusmería, de gente chusma. Este es un país que atrasa, entre tanta sofistiquería y vulgaridad.

La clase media con su pasión por los productos imperialistas… “Todo eso ayuda mucho…” Más artificialidad, buena ropa, buena comida, maquillaje. Se deja de ser chusma para convertirse uno en algo más presentable. Pero, lo cierto es que en las capas medias muchos ya no resisten seguir viviendo así, no soportan el panorama de la mediocridad y el deterioro.

Aquí ellas no te miran a los ojos, aquí hablan de todo un poquito y todo es un si… Sólo hablar de trajes, de lugares. Particularmente los viernes… medias y faldas ceñidas, preparadas para cualquier invitación, primero habla el estomago, luego la diversión, después el miedo a enredarse en una relación… Pero, hay que salir a cazar algo de alguna manera…

Aquí no hay putas… sólo “víctimas de la circunstancia”… de la necesidad… son ellos los propasados, los que engañan, los que montan los cuernos. Ellas no… ellas caen en las trampas de quienes sólo tienen una sola idea fija… bonchar, pasar el tiempo. Ellas no quieren sólo pasar el tiempo… quieren compromisos en serio… formalidad…

Caracas, Valencia, Maracaibo, Barquisimeto, Puerto La Cruz nunca dejaron de ser provincianas. La capital, aquél “Pequeño París” era una excelente ridiculez. La nostalgica ciudad de los techos rojos, era precisamente eso… casitas de tejas. Luego vinieron los monstruos de concreto en desorden. Las Torres, Parque Central y el Teresa Carreño. Pero este sigue siendo un país cerrado al turismo. Caracas no es los centros comerciales, ni el Country Club, ni el Valle Arriba Golf Club, ni el Altamira Tennis Club, ni las bizarras urbanizaciones pequeño-burguesas del este, donde viven los miembros de los partidos y de la confederación de trabajadores… Caracas sigue siendo parroquiana. Y encima de eso, fuera de Caracas “todo es monte y culebra…”

Venezuela fue destruida. Su pueblo sigue a la espera. Pero al país, y a su pueblo, algo, alguien, los ha destruido… Y esa gente se pasea por las tiendas… y compra, mientras otra igualmente se pasea, desea, y se hace la loca o anda ya vuelta medio loca… Sólo le queda mirar la televisión y mantener la esperanza de ganar la lotería.

¿Que sentido tiene la vida para ellos? ¿Y para ti? Porque, tú no eres como ellos. No, qué va. Tu no eres como ellos… Nunca… nunca jamás…

Aquí hay gente que dice que está haciendo una revolución ¿Y qué? Pareciera que fueran a retornar a la barbarie. Aquí se va a pasar más hambre… Como los cubanos… que mandaron al propio carajo al Tio Sam ¿Y qué? Tuvimos la primera industria petrolera y hierro hasta para regalar. Ahora, sin embargo, estamos empobrecidos. Cuando llovió el dinero hasta para aplicar tres planes Marshall. Hemos derrochado tres planes Marshall, cuando con uno solo se recuperó toda Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

Pero la clase media insiste en que ese no es su problema. Aunque se reconozca que las cosas llegaron hasta un punto en que ya no se podía aguantar más… Ese fue el perraje que se lanzó a la calle. Uno no. Nosotros, la gente gente nunca nos metimos en política. Para eso están los políticos Uno tiene la conciencia muy tranquila. Uno nunca ha sido corrupto. Uno lo que hace es trabajar y trabajar y trabajar, como un animal.

Veamos en cambio a los americanos. Ellos si que tienen todos los recursos técnicos; el "know how" para desarrollar cualquier economía… ¡Allí está Chile! Los norteamericanos son los que saben hacer las cosas. Saben cómo hacer que caminen, como lo hicieron con Chile.

Claro, lo único que un latino no aguanta es pasar hambre. Pero, si desde que llegaron los españoles el pueblo nunca ha comido. En el país se mueren diez niños diarios por desnutrición. Y mueren entre 90 y 145 personas semanalmente. Aquí hay una tremenda guerra civil bien disimulada, un racismo bien subterráneo y esas estadísticas no salen a la luz pública. Lo que se vislumbra es el panorama de la decadencia… ¿Le gusta a uno esta vida? ¿Nos sentimos, cada día que pasa, más tranquilos? La pasividad o el peso muerto de la oposición; su lloriqueo permanente, su sabotaje solapado… ¿Es esa la salvación?

¿Y luce la población menos estúpida? Uno va en el metro y ve las caras con los ojos claros y sin vista… ¿Ahora todo va a ser distinto? No pensamos nunca que una partida de ilusos románticos llegaría al gobierno, que se enfrentarían a los oligarcas, a la burguesía intermediaria comerciante y monopólista, sus ideólogos, sus copeyanos y sus adecos… nunca se pensó que estarían realmente en condiciones de tumbarlos… ¿Y ahora, sabes acaso que si no intervienes a lo mejor no podrás funcionar el día de mañana?

Pero, en realidad, la verdad de la clase oligárquica reside en sus criminales. Encontraremos bajo la organización general de todos los cargos, dentro de las capas que la integran, una jerarquía de roles y funciones que sintetiza y compendia la división del trabajo social y moral de la burguesía. Los hombres de la libre empresa, los burócratas, los funcionarios diletantes, los sindicaleros, los sacerdotes, los intelectuales, los políticos, los policías y los innumerables hijos de buena familia.… Cada cual ejerce una labor específica. Sin embargo, es la totalidad de las capas a sueldo y asalariadas, dentro de la clase, lo que le proporciona el sentido a las actitudes individuales. Claro, aisladamente, cualquier criminal causa horror y desprecio a la burguesía.

En toda sociedad capitalista existe a la disposición de la burguesía ese tipo de hombres encargados de muy variadas faenas. Pero, en la división del trabajo moral, los criminales amparados permiten, por otro lado, la existencia de aquellos que no están en contacto directo con los actos delictivos y pueden sustentar, como individuos separados, sus almas, limpias de culpabilidades…

—Uno habla por sí mismo y por quienes piensen a favor de uno, y quizás seamos los menos. Uno no habla por aquéllos que son miembros de los partidos, ni por sus choferes, ni por una serie de miserables ya reconocidos por todos. Uno ni conoce a los corruptos… A uno lo que sencillamente le interesa es vivir su vida…

Todos aparecen como elementos dispersos de un sentido global que nadie asume completamente.

—En última instancia, uno no puede responder a conciencia por los demás. Porque cada quien responde por sí mismo. Sin embargo, parece que quisieran inculparlo a uno; como si uno fuera el causante de toda la corrupción o de todas esas cosas. Uno perfectamente tiene derecho a insistir en que su misión ha sido, en tal caso, moral. Ni hemos empuñado un arma, ni antes ni después… Ahora, que uno se encuentre metido en el berenjenal de la corrupción no quiere decir que uno sea otro corrupto o complice. Uno ha sido apolítico toda su vida. Nunca ha tenido nada que ver con ningún partido…

En segundo lugar, la responsabilidad personal siempre se reguarda tras la particular actuación de cada quien. Cada uno se remite a su propia individualidad cuando pretende alejarse de la miseria ajena que le contamina y vuelve cómplice. O se sumerge en su grupo o capa social cuando tiene que ocultar su propia responsabilidad, contaminando, entonces, y descaradamente, a todos los demás.

—Bueno, ya se ve. No es uno solo. Pertenecemos a una serie de partidos.

Así, podemos apreciar cómo esa responsabilidad rechazada por la totalidad la devuelve y reivindica un sólo miembro de la clase.

– No. Usted está insistiendo en la responsabilidad del partido, no en una causa mía.

En efecto, el criminal—caso extremo de la división del trabajo—recurre a la categoría de la totalidad para reclamar su irresponsabilidad moral.

– No, no, no. Yo no estoy involucrado directamente en la corrupción.

Pero, en ninguno de estos seres hay una reivindicación de la verdadera relación dialéctica entre individuos, grupos y capas. Los demás que actúan junto a los corruptos, en la administración, no se reconocen ni en sus actos en el sistema que les implica y vuelve cómplices. Así, en las cuentas de los latifundistas; en las razones desesperadas de los ideólogos; en las cesantías y los libros de los diletantes; en la democracia representativa de los políticos; en las extremaunciones de los sacerdotes. ¿Quién podría ver directamente entre todo eso, la muerte que, a través de ellos, se ha propagado por todo el país. Las muertes por hambre, por enfermedad, por tortura, por frustración…